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Los chicos argentinos no pueden creer lo que están viendo y viviendo en la entrada del Sports and Rugby Institute de Massey University, en las afueras de Palmerston North.
No se terminan de convencer de que esos grandotes que saltan y cantan con ellos son los mismos tipos que, el domingo, estarán del otro lado de la tribuna, más precisamente abajo de la tribuna, en el campo de juego, buscando en 80 minutos el pasaje a cuartos de final del Mundial de Rugby.
A media mañana, son pocos los hinchas argentinos que se arrimaron hasta el complejo en el que entrenan Los Pumas, pero se hacen escuchar. A fuerza de bombo y canciones, modifican la silenciosa rutina del centro de alto rendimiento en el que el seleccionado de rugby de su país completa otra práctica previa al duelo con Georgia.
Claro que ver a sus ídolos no será tarea fácil. Cuando se acercan a la entrada, el personal de seguridad de RWC les corta el paso. No hay argumento que valga ante la rigidez para seguir las reglas y el protocolo.Ni siquiera sirve implorar e invocar los miles de kilómetros que todos hicieron para estar donde están. Lo único que consiguen es que Paul, uno de los empleados, les conteste: "Yo vine desde Escocia, así que hice tantos kilómetros como ustedes".
Viendo que no van a poder acceder al predio, los chicos se concentran en la rotonda de entrada, donde flamea una bandera argentina. Y deciden seguir cantando todos los hits tribuneros, para que por lo menos el viaje no haya sido tan en vano.De hecho, no lo fue. Cuando al mediodía sale el grueso del plantel hacia el micro, los chicos todavía están agitando y cantando, a metros nomás. Los Pumas frenan, miran y deciden no quedarse afuera. Encabezados por Mario Ledesma, se acercan hasta donde los hinchas siguen con su ritual y, de a uno, se van uniendo al festejo.
Felipe Contepomi, Pato Albacete, Leo Senatore, Martín Scelzo, Agustín Creevy, el Toro Ayerza... ellos y muchos más, de hecho todos menos quienes se quedaron a atender a la prensa, terminan mezclados con los fanáticos, compitiendo para ver quién canta más fuerte.
Suena el bombo, suben los decibeles y entonces los medios, que estaban adentro con algunos de los jugadores, se empiezan a asomar. Se prenden las cámaras de video, los fotógrafos disparan sin cesar, los periodistas toman nota y los chicos se sienten, por esta vez, el centro de atención, desplazando a los grandotes de buzo azul que se sumaron más tarde a la fiesta.Dura unos minutos la comunión, pero los suficientes para que estos chicos sientan que el viaje está más que pago. Y no el viaje al campo de entrenamiento, sino toda la travesía, que para algunos comenzó tan temprano como diciembre del año pasado.
Se apuran por contar quiénes son y de dónde vienen: está Agustín Villalba, de Burzaco y seguidor de Pucará, quien minutos después tendrá su premio al tomarse una foto con Lucas González Amorosino. Están Bernie y Martín, del Mar del Plata Club. También Pipo y Marcos, del Jockey de Córdoba, el Oso, rosarino de Plaza, Fede Correa de Bernal y de Don Bosco, Agustín Méndez de Los Tordos de Mendoza, y dos que no declaran preferencias rugbísticas: Guido se dice hincha de Platense y Sebastián oriundo de Santiago del Estero.
La historia de este viaje es más o menos la misma, así haya arrancado hace meses o hace días: juntaron peso sobre peso para llegar a Nueva Zelanda, y ahora sobreviven gastando dólar sobre dólar. Se las rebuscan para comer barato, se dan una mano para encontrar un lugar para dormir y aprovechan para pasear entre partido y partido.Charlan un rato con este cronista, preguntan si van a salir en televisión ("Mejor, así mi mamá se entera que estoy vivo", dice uno de ellos) y avisan que el domingo seguramente se junten antes del mediodía en el Square, la plaza céntrica de Palmy.
Antes de retirarse, tendrán dos bonus track. El primero, cuando salgan los comentaristas de ESPN. Se sacan fotos con Diego Albanese y le declaran su admiración, cantan junto a un Raúl Taquini que se adueña del bombo y luego cruzan bromas con ellos y con Alejandro Coccia.El segundo, cuando sale la tanda de rezagados Pumas, aquellos que se quedaron a atender a los medios. Los chicos se acercan a saludar y a pedir fotos, y la retaguardia del equipo accede gustosamente.

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